Hiszpańsko-portugalska dwujęzyczna książka
— Entonces son mĂas, puesto que he sido el primero a quien se le ha ocurrido la idea.
— Logo, são minhas, porque pensei nisso primeiro.
— ¿Y eso basta?
— Basta isso?
— Naturalmente. Si te encuentras un diamante que nadie reclama, el diamante es tuyo. Si encontraras una isla que a nadie pertenece, la isla es tuya. Si eres el primero en tener una idea y la haces patentar, nadie puede aprovecharla: es tuya. Las estrellas son mĂas, puesto que nadie, antes que yo, ha pensado en poseerlas.
— Sem dúvida. Quando achas um diamante que não é de ninguém, ele é teu. Quando achas uma ilha que não é de ninguém, ela é tua. Quando tens uma ideia antes dos outros, tu a registras: ela é tua. Portanto, eu possuo as estrelas, pois ninguém antes de mim teve a ideia de as possuir.
— Eso es verdad —dijo el principito— ¿y qué haces con ellas?
— Isso Ă© verdade — disse o pequeno prĂncipe. E que fazes tu com elas?
— Las administro. Las cuento y las recuento una y otra vez —contestĂł el hombre de negocios—. Es algo difĂcil. ¡Pero yo soy un hombre serio!
— Eu as administro. Eu as conto e reconto — disse o empresário. É complicado. Mas eu sou um homem sério!
El principito no quedĂł del todo satisfecho.
O principezinho ainda nĂŁo estava satisfeito.
— Si yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al cuello y llevármela. Si soy dueño de una flor, puedo cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte las estrellas!
— Eu, se possuo um lenço de seda, posso amarrá-lo em volta do pescoço e levá-lo comigo. Se possuo uma flor, posso colhê-la e levá-la comigo. Mas tu não podes levar as estrelas.
— Pero puedo colocarlas en un banco.
— Não. Mas eu posso colocá-las no banco.
— ¿Qué quiere decir eso?
— Que quer dizer isto?
— Quiere decir que escribo en un papel el número de estrellas que tengo y guardo bajo llave en un cajón ese papel.
— Isso quer dizer que eu escrevo num pedaço de papel o número que possuo. Depois tranco o papel numa gaveta.
— ¿Y eso es todo?
— Só isso?
— ¡Es suficiente!
— Isso basta…
“Es divertido”, pensó el principito. “Es incluso bastante poético. Pero no es muy serio”.
“É divertido”, pensou o principezinho. “É bastante poético. Mas sem muita utilidade.”
El principito tenĂa sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.
O pequeno prĂncipe tinha, sobre as coisas sĂ©rias, ideias muito diferentes do que pensavam as pessoas grandes.
— Yo —dijo aĂşn— tengo una flor a la que riego todos los dĂas; poseo tres volcanes a los que deshollino todas las semanas, pues tambiĂ©n me ocupo del que está extinguido; nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es Ăştil, pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea. Pero tĂş, tĂş no eres nada Ăştil para las estrellas…
— Eu — disse ele ainda — possuo uma flor que rego todos os dias. Possuo três vulcões que revolvo toda semana. Porque revolvo também o que está extinto. A gente nunca sabe! É útil para os meus vulcões, é útil para a minha flor que eu os possua. Mas tu não és útil às estrelas…
El hombre de negocios abriĂł la boca, pero no encontrĂł respuesta. El principito abandonĂł aquel planeta.
O empresário abriu a boca, mas não encontrou nenhuma resposta, e o principezinho se foi…
“Las personas mayores, decididamente, son extraordinarias”, se decĂa a sĂ mismo con sencillez durante el viaje.
“As pessoas grandes são mesmo extraordinárias”, repetia para si durante a viagem.
XIV
CAPĂŤTULO XIV
El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos, pues apenas cabĂan en Ă©l un farol y el farolero que lo habitaba.
O quinto planeta era muito curioso. Era o menor de todos. Tinha o espaço suficiente para um lampião e para um acendedor de lampiões…
El principito no lograba explicarse para quĂ© servirĂan allĂ, en el cielo, en un planeta sin casas y sin poblaciĂłn un farol y un farolero. Sin embargo, se dijo a sĂ mismo:
O pequeno prĂncipe nĂŁo conseguia entender para que serviriam, no cĂ©u, num planeta sem casa e sem gente, um lampiĂŁo e um acendedor de lampiões. No entanto, disse consigo mesmo:
“Este hombre, quizás, es absurdo. Sin embargo, es menos absurdo que el rey, el vanidoso, el hombre de negocios y el bebedor. Su trabajo, al menos, tiene sentido. Cuando enciende su farol, es igual que si hiciera nacer una estrella más o una flor y cuando lo apaga hace dormir a la flor o a la estrella. Es una ocupación muy bonita y por ser bonita es verdaderamente útil”.
“Talvez esse homem seja mesmo um tolo. No entanto, é menos tolo que o rei, que o vaidoso, que o empresário, que o beberrão. Seu trabalho ao menos tem um sentido. Quando acende o lampião, é como se fizesse nascer mais uma estrela, ou uma flor. Quando o apaga, porém, faz adormecer a estrela ou a flor. É um belo trabalho. E, sendo belo, tem sua utilidade.”
Cuando llegĂł al planeta saludĂł respetuosamente al farolero:
Quando alcançou o planeta, saudou educadamente o acendedor:
— ¡Buenos dĂas! ÂżPor quĂ© acabas de apagar tu farol?
— Bom dia. Por que acabas de apagar teu lampião?
— Es la consigna —respondiĂł el farolero—. ¡Buenos dĂas!
— É o regulamento — respondeu o acendedor. — Bom dia.
— ¿Y qué es la consigna?
— Qual é o regulamento?
— Apagar mi farol. ¡Buenas noches!
— É apagar meu lampião. Boa noite.
Y encendiĂł el farol.
E tornou a acender.
— ¿Y por qué acabas de volver a encenderlo?
— Mas por que acabas de acendê-lo de novo?
— Es la consigna.
— É o regulamento — respondeu o acendedor.
— No lo comprendo —dijo el principito.
— Eu nĂŁo compreendo — disse o prĂncipe.
— No hay nada que comprender —dijo el farolero—. La consigna es la consigna. ¡Buenos dĂas!
— Não é para compreender — disse o acendedor. — Regulamento é regulamento. Bom dia.
Y apagĂł su farol.
E apagou o lampiĂŁo.
Luego se enjugó la frente con un pañuelo de cuadros rojos.
Em seguida enxugou a testa num lenço xadrez vermelho.
— Mi trabajo es algo terrible. En otros tiempos era razonable; apagaba el farol por la mañana y lo encendĂa por la tarde. TenĂa el resto del dĂa para reposar y el resto de la noche para dormir.
— Eu executo uma tarefa terrĂvel. No passado, era mais sensato. Apagava de manhĂŁ e acendia Ă noite. Tinha o resto do dia para descansar e toda a noite para dormir…
— ¿Y luego cambiaron la consigna?
— E depois mudou o regulamento?
— Ese es el drama, que la consigna no ha cambiado —dijo el farolero—. El planeta gira cada vez más de prisa de año en año y la consigna sigue siendo la misma.
— O regulamento não mudou — disse o acendedor. — Aà é que está o problema! O planeta a cada ano gira mais depressa, e o regulamento não muda!
— ¿Y entonces? —dijo el principito.
— E então? — perguntou o principezinho.
— Como el planeta da ahora una vuelta completa cada minuto, yo no tengo un segundo de reposo. Enciendo y apago una vez por minuto.
— Agora, que ele dá uma volta por minuto, não tenho mais um segundo de repouso. Acendo e apago uma vez por minuto!
— ¡Eso es raro! ¡Los dĂas sĂłlo duran en tu tierra un minuto!
— Ah! Que engraçado! Os dias aqui duram um minuto!
— Esto no tiene nada de divertido —dijo el farolero—. Hace ya un mes que tú y yo estamos hablando.
— Não é nada engraçado — disse o acendedor. — Já faz um mês que estamos conversando.
— ¿Un mes?
— Um mês?
— SĂ, treinta minutos. ¡Treinta dĂas! ¡Buenas noches!
— Sim. Trinta minutos. Trinta dias. Boa noite.
Y volviĂł a encender su farol.
E acendeu o lampiĂŁo.
El principito lo mirĂł y le gustĂł este farolero que tan fielmente cumplĂa la consigna.
O pequeno prĂncipe respeitou-o, e gostou daquele acendedor tĂŁo fiel ao regulamento.
RecordĂł las puestas de sol que en otro tiempo iba a buscar arrastrando su silla. Quiso ayudarle a su amigo.
Lembrou-se das vezes em que ele mesmo provocara o pĂ´r do sol, apenas recuando sua cadeira. Quis ajudar seu amigo.
— ¿Sabes? Yo conozco un medio para que descanses cuando quieras…
— Sabes? Conheço uma maneira de descansares quando quiseres…
— Yo quiero descansar siempre —dijo el farolero.
— Eu sempre quero descansar — disse o acendedor.
Se puede ser a la vez fiel y perezoso.
Pois a gente pode ser, ao mesmo tempo, fiel e preguiçoso.
El principito prosiguiĂł:
— Tu planeta es tan pequeño que puedes darle la vuelta en tres zancadas. No tienes que hacer más que caminar muy lentamente para quedar siempre al sol. Cuando quieras descansar, caminarás… y el dĂa durará tanto tiempo cuanto quieras.
E o principezinho prosseguiu:
— Teu planeta é tão pequeno, que podes, com três passos, contorná-lo. Basta andares bem lentamente, bem lentamente, de modo a ficares sempre ao sol. Quando quiseres descansar, tu caminharás… e o dia durará o tempo que quiseres.
— Con eso no adelanto gran cosa —dijo el farolero—, lo que a mà me gusta en la vida es dormir.
— Isso não adianta muito — disse o acendedor. — O que eu gosto mais na vida é dormir.
— No es una suerte —dijo el principito.
— EntĂŁo nĂŁo há solução — disse o prĂncipe.
— No, no es una suerte —replicĂł el farolero—. ¡Buenos dĂas!
— Não há solução — disse o acendedor. — Bom dia.
Y apagĂł su farol.
E apagou o lampiĂŁo.
Mientras el principito proseguĂa su viaje, se iba diciendo para sĂ: “Este serĂa despreciado por los otros, por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Y, sin embargo, es el Ăşnico que no me parece ridĂculo, quizás porque se ocupa de otra cosa y no de sĂ mismo.
“Esse aĂ”, pensou o principezinho, ao prosseguir a viagem para mais longe, “esse aĂ seria desprezado por todos os outros, o rei, o vaidoso, o beberrĂŁo, o empresário. No entanto, Ă© o Ăşnico que nĂŁo me parece ridĂculo. Talvez porque Ă© o Ăşnico que se ocupa de outra coisa que nĂŁo seja ele prĂłprio.”
Lanzó un suspiro de pena y continuó diciéndose:
Suspirou lentamente e completou:
“Es el único de quien pude haberme hecho amigo. Pero su planeta es demasiado pequeño y no hay lugar para dos…”
“Era o único com quem eu poderia ter feito amizade. Mas seu planeta é mesmo pequeno demais. Não há lugar para dois.”
Lo que el principito no se atrevĂa a confesarse, era que la causa por la cual lamentaba no quedarse en este bendito planeta se debĂa a las mil cuatrocientas cuarenta puestas de sol que podrĂa disfrutar cada veinticuatro horas.
O que o pequeno prĂncipe nĂŁo ousava admitir Ă© que lamentava partir daquele planeta abençoado com mil quatrocentos e quarenta pores do sol em vinte e quatro horas!
XV
CAPĂŤTULO XV
El sexto planeta era diez veces más grande. Estaba habitado por un anciano que escribĂa grandes libros.
O sexto planeta era dez vezes maior. Era habitado por um velho que escrevia em livros enormes.
— ¡Anda, un explorador! —exclamó cuando divisó al principito.
— Ora vejam! Eis um explorador! — exclamou ele, logo que avistou o pequeno prĂncipe.
Este se sentĂł sobre la mesa y reposĂł un poco. ¡HabĂa viajado ya tanto!
O principezinho sentou-se à mesa, meio ofegante. Já viajara tanto!
— ¿De dónde vienes tú? —le preguntó el anciano.
— De onde vens? — perguntou-lhe o velho.
— ¿Qué libro es ese tan grande? —preguntó a su vez el principito—. ¿Qué hace usted aqu�
— Que livro Ă© esse? — indagou-lhe o pequeno prĂncipe. — Que faz o senhor aqui?
— Soy geógrafo —dijo el anciano.
— Sou geógrafo, respondeu o velho.
— ¿Y qué es un geógrafo?
— Que é um geógrafo? — perguntou o principezinho.
— Es un sabio que sabe donde están los mares, los rĂos, las ciudades, las montañas y los desiertos.
— É um especialista que sabe onde se encontram os mares, os rios, as cidades, as montanhas, os desertos.
— Eso es muy interesante —dijo el principito—. ¡Y es un verdadero oficio!
— Isso Ă© bem interessante — disse o pequeno prĂncipe. — Eis, afinal, uma verdadeira profissĂŁo!
DirigiĂł una mirada a su alrededor sobre el planeta del geĂłgrafo; nunca habĂa visto un planeta tan majestuoso.
E lançou um olhar, ao seu redor, no planeta do geógrafo. Nunca havia visto planeta tão grandioso.
— Es muy hermoso su planeta. ¿Hay océanos aqu�
— O seu planeta é muito bonito. Há oceanos nele?
— No puedo saberlo —dijo el geógrafo.
— Não sei te dizer — disse o geógrafo.
— ¡Ah! (El principito se sintió decepcionado). ¿Y montañas?
— Ah! (O principezinho estava decepcionado.) E montanhas?
— No puedo saberlo —repitió el geógrafo.
— Não sei te dizer — disse o geógrafo.
— ÂżY ciudades, rĂos y desiertos?
— E cidades, e rios, e desertos?
— Tampoco puedo saberlo.
— Também não sei te dizer — disse o geógrafo pela terceira vez.
— ¡Pero usted es geógrafo!
— Mas o senhor é geógrafo!
— Exactamente —dijo el geĂłgrafo—, pero no soy explorador, ni tengo exploradores que me informen. El geĂłgrafo no puede estar de acá para allá contando las ciudades, los rĂos, las montañas, los ocĂ©anos y los desiertos.
— É verdade — disse o geógrafo; mas não sou explorador. Faltam-me exploradores. Não é o geógrafo quem vai contar as cidades, os rios, as montanhas, os mares, os oceanos, os desertos.
Es demasiado importante para deambular por ahĂ. Se queda en su despacho y allĂ recibe a los exploradores. Les interroga y toma nota de sus informes. Si los informes de alguno de ellos le parecen interesantes, manda hacer una investigaciĂłn sobre la moralidad del explorador.
O geógrafo é muito importante para ficar passeando. Nunca abandona sua escrivaninha. Mas recebe os exploradores, interroga-os e anota as seus relatos de viagem. E quando algum lhe parece interessante, o geógrafo faz um inquérito sobre a moral do explorador.
— ¿Para qué?
— Por quê?
— Un explorador que mintiera serĂa una catástrofe para los libros de geografĂa. Y tambiĂ©n lo serĂa un explorador que bebiera demasiado.
— Porque um explorador que mentisse produziria catástrofes nos livros de geografia. Assim como um explorador que bebesse demais.
— ¿Por qué? —preguntó el principito.
— Por quĂŞ? — perguntou o pequeno prĂncipe.
— Porque los borrachos ven doble y el geĂłgrafo pondrĂa dos montañas donde sĂłlo habrĂa una.
— Porque os bêbados veem em dobro. Então o geógrafo anotaria duas montanhas onde, na verdade, só há uma.
— Conozco a alguien —dijo el principito—, que serĂa un mal explorador.
— Conheço alguém — disse o principezinho — que seria um mau explorador.
— Es posible. Cuando se está convencido de que la moralidad del explorador es buena, se hace una investigación sobre su descubrimiento.
— É possĂvel. Pois bem, quando a moral do explorador parece boa, faz-se uma investigação sobre a sua descoberta.
— ¿ Se va a ver?
— Vai-se vê-la?
— No, eso serĂa demasiado complicado. Se exige al explorador que suministre pruebas. Por ejemplo, si se trata del descubrimiento de una gran montaña, se le pide que traiga grandes piedras.
— Não. Seria muito complicado. Mas exige-se do explorador que ele forneça provas. Tratando-se, por exemplo, da descoberta de uma grande montanha, é essencial que ele traga grandes pedras.
SĂşbitamente el geĂłgrafo se sintiĂł emocionado:
O geĂłgrafo, de repente, se entusiasmou:
— Pero… ¡tú vienes de muy lejos! ¡Tú eres un explorador! Vas a describirme tu planeta.
— Mas tu… tu vens de longe. Certamente és explorador! Portanto, vais descrever-me o teu planeta!
Y el geógrafo abriendo su registro afiló su lápiz. Los relatos de los exploradores se escriben primero con lápiz. Se espera que el explorador presente sus pruebas para pasarlos a tinta.
E o geógrafo, tendo aberto o seu caderno, apontou o lápis. Anotam-se primeiro a lápis as narrações dos exploradores. Espera-se, para anotar a caneta, que o explorador tenha trazido as provas.
— ¿Y bien? —interrogó el geógrafo.
— Então? — interrogou o geógrafo.
— ¡Oh! Mi tierra —dijo el principito— no es interesante, todo es muy pequeño. Tengo tres volcanes, dos en actividad y uno extinguido; pero nunca se sabe…
— Oh! Onde eu moro — disse o pequeno prĂncipe — nĂŁo Ă© interessante: Ă© muito pequeno. Eu tenho trĂŞs vulcões. Dois em atividade e um extinto. Mas a gente nunca sabe…
— No, nunca se sabe —dijo el geógrafo.
— A gente nunca sabe — repetiu o geógrafo.
— Tengo también una flor.
— Tenho também uma flor.
— De las flores no tomamos nota.
— Nós não anotamos as flores — disse o geógrafo.
— ¿Por qué? ¡Son lo más bonito!
— Por que não? É o mais bonito!
— Porque las flores son efĂmeras.
— Porque as flores são efêmeras.
— ÂżQuĂ© significa “efĂmera”?
— Que quer dizer “efêmera”?
— Las geografĂas —dijo el geĂłgrafo— son los libros más preciados e interesantes; nunca pasan de moda. Es muy raro que una montaña cambie de sitio o que un ocĂ©ano quede sin agua. Los geĂłgrafos escribimos sobre cosas eternas.
— Os livros de geografia — disse o geógrafo — são os mais exatos. Nunca ficam ultrapassados. É muito raro que uma montanha mude de lugar. É muito raro um oceano secar. Nós escrevemos coisas eternas.
— Pero los volcanes extinguidos pueden despertarse —interrumpiĂł el principito—. ÂżQuĂ© significa “efĂmera”?
— Mas os vulcões extintos podem voltar Ă atividade — interrompeu o pequeno prĂncipe. — Que quer dizer “efĂŞmera”?
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