El Principito / O Pequeno Príncipe — w językach hiszpańskim i portugalskim. Strona 3

Hiszpańsko-portugalska dwujęzyczna książka

Antoine de Saint-Exupéry

El Principito

Antoine de Saint-Exupéry

O Pequeno PrĂ­ncipe

El principito estaba pálido de cólera.

O príncipe estava agora pálido de cólera.

— Hace millones de años que las flores tiene espinas y hace también millones de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. ¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las flores pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es esto más serio e importante que las sumas de un señor gordo y colorado?

— Há milhões e milhões de anos que as flores produzem espinhos. Há milhões e milhões de anos que, apesar disso, os carneiros as comem. E não será importante procurar saber por que elas perdem tanto tempo produzindo espinhos inúteis? Não terá importância a guerra dos carneiros e das flores? Não será mais importante que as contas do tal sujeito?

Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta de ello, ¿es que esto no es importante?

E se eu, por minha vez, conheço uma flor única no mundo, que só existe no meu planeta, e que um belo dia um carneirinho pode destruir num só golpe, sem saber o que faz, isso não tem importância?

El principito enrojeció y después continuó:

Corou um pouco, e continuou em seguida:

— Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: “Mi flor está allí, en alguna parte…” ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¡Y esto no es importante!

— Se alguém ama uma flor da qual só existe um exemplar em milhões e milhões de estrelas, isso basta para fazê-lo feliz quando a contempla. Ele pensa: “Minha flor está lá, em algum lugar…” Mas se o carneiro come a flor, para ele é como se todas as estrelas repentinamente se apagassem! E isso não tem importância!

No pudo decir más y estalló bruscamente en sollozos. La noche había caído. Yo había soltado las herramientas y ya no importaban nada el martillo, el perno, la sed y la muerte. ¡Había en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar! Lo tomé en mis brazos y lo mecí diciéndole:

Não conseguiu dizer mais nada. Imediatamente se pôs a soluçar. A noite caíra. Larguei as ferramentas. Ria-me do martelo, do parafuso, da sede e da morte. Havia numa estrela, num planeta, o meu, a Terra, um principezinho a consolar! Tomei-o nos braços. Embalei-o. E lhe dizia:

“La flor que tú quieres no corre peligro… te dibujaré un bozal para tu cordero y una armadura para la flor…te…”.

— A flor que tu amas não está em perigo… Vou desenhar uma focinheira para o carneiro… Uma cerca para a tua flor… Eu..

No sabía qué decirle, cómo consolarle y hacer que tuviera nuevamente confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!

Eu não sabia o que dizer. Sentia-me envergonhado. Não sabia como consolá-lo, como me aproximar dele… É tão misterioso o país das lágrimas!

VIII

CAPĂŤTULO VIII

Aprendí bien pronto a conocer mejor esta flor. Siempre había habido en el planeta del principito flores muy simples adornadas con una sola fila de pétalos que apenas ocupaban sitio y a nadie molestaban. Aparecían entre la hierba una mañana y por la tarde se extinguían.

Logo aprendi a conhecer melhor aquela flor. Sempre houvera, no planeta do pequeno príncipe, flores muito simples, ornadas de uma só fileira de pétalas, e que não ocupavam espaço nem incomodavam ninguém. Apareciam pela manhã, na relva, e à tarde já murchavam.

Pero aquella había germinado un día de una semilla llegada de quién sabe dónde, y el principito había vigilado cuidadosamente desde el primer día aquella ramita tan diferente de las que él conocía. Podía ser una nueva especie de Baobab.

Mas aquela brotara um dia de uma semente trazida não se sabe de onde, e o principezinho resolvera vigiar de perto o pequeno broto, que era tão diferente dos outros. Podia ser uma nova espécie de baobá.

Pero el arbusto cesĂł pronto de crecer y comenzĂł a echar su flor. El principito observĂł el crecimiento de un enorme capullo y tenĂ­a le convencimiento de que habrĂ­a de salir de allĂ­ una apariciĂłn milagrosa; pero la flor no acababa de preparar su belleza al abrigo de su envoltura verde.

Mas o arbusto logo parou de crescer, e na sua extremidade começou então a se formar uma flor. O pequeno príncipe, que assistia ao surgimento de um enorme botão, pressentiu que dali sairia uma aparição miraculosa, mas a flor parecia nunca acabar de preparar sua beleza, no seu verde aposento.

Elegía con cuidado sus colores, se vestía lentamente y se ajustaba uno a uno sus pétalos. No quería salir ya ajada como las amapolas; quería aparecer en todo el esplendor de su belleza. ¡Ah, era muy coqueta aquella flor!

Escolhia as cores com cuidado. Vestia-se lentamente, ajustava uma a uma suas pétalas. Não queria sair, como os cravos, amarrotada. Ela queria aparecer no esplendor da sua beleza. Ah, sim! Era vaidosa.

Su misteriosa preparación duraba días y días. Hasta que una mañana, precisamente al salir el sol se mostró espléndida.

Sua misteriosa toalete, portanto, durara alguns dias. E eis que, numa manhĂŁ, justamente Ă  hora do sol nascer, ela se mostrou.

La flor, que habĂ­a trabajado con tanta precisiĂłn, dijo bostezando:

E ela, que se preparara com tanto esmero, disse, bocejando:

— ¡Ah, perdóname… apenas acabo de despertarme… estoy toda despeinada…!

— Ah! Eu acabo de despertar… Desculpa… Estou ainda toda despenteada…

El principito no pudo contener su admiraciĂłn:

O principezinho, entĂŁo, nĂŁo pĂ´de conter o seu espanto:

— ¡Qué hermosa eres!

— Como és bonita!

— ¿Verdad? —respondió dulcemente la flor—. He nacido al mismo tiempo que el sol.

— Não é? Respondeu a flor docemente. E nasci ao mesmo tempo que o sol…

El principito adivinó exactamente que ella no era muy modesta ciertamente, pero ¡era tan conmovedora!

O pequeno prĂ­ncipe percebeu logo que a flor nĂŁo era modesta. Mas ela era tĂŁo envolvente!

— Me parece que ya es hora de desayunar — añadió la flor —; si tuvieras la bondad de pensar un poco en mí…

— Creio que é hora do café da manhã — acrescentou ela. — Tu poderias cuidar de mim…

Y el principito, muy confuso, habiendo ido a buscar una regadera la rociĂł abundantemente con agua fresca.

E o principezinho, atordoado, tendo ido buscar um regador com água fresca, molhou a flor.

Y asĂ­, ella lo habĂ­a atormentado con su vanidad un poco sombrĂ­a. Un dĂ­a, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas, dijo al principito:

Assim, ela logo começou a atormentá-lo com sua doentia vaidade. Um dia, por exemplo, falando dos seus quatro espinhos, dissera ao pequeno príncipe:

— ¡Ya pueden venir los tigres, con sus garras!

— Os tigres, eles podem aparecer com suas garras!

— No hay tigres en mi planeta —observó el principito— y, además, los tigres no comen hierba.

— Não há tigres no meu planeta — retrucara o principezinho. — Além disso, os tigres não comem ervas.

— Yo nos soy una hierba —respondió dulcemente la flor.

— Não sou uma erva, respondera a flor suavemente.

— Perdóname…

— Perdoa-me…

— No temo a los tigres, pero tengo miedo a las corrientes de aire. ¿No tendrás un biombo?

— Não tenho receio dos tigres, mas tenho horror das correntes de ar. Não terias por acaso um para-vento?

“Miedo a las corrientes de aire no es una suerte para una planta —pensó el principito—. Esta flor es demasiado complicada…”

“Horror das correntes de ar… Não é muito bom para uma planta, pensara o principezinho. É bem complicada essa flor…”

— Por la noche me cubrirás con un fanal… hace mucho frío en tu tierra. No se está muy a gusto; allá de donde yo vengo…

— À noite me colocarás sob uma redoma de vidro. Faz muito frio no teu planeta. Não é nada confortável. De onde eu venho…

La flor se interrumpiĂł; habĂ­a llegado allĂ­ en forma de semilla y no era posible que conociera otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender inventando una mentira tan ingenua, tosiĂł dos o tres veces para atraerse la simpatĂ­a del principito.

De repente, calou-se. Viera em forma de semente. NĂŁo pudera conhecer nada dos outros mundos. Encabulada por ter sido surpreendida em uma mentira tĂŁo tola, tossiu duas ou trĂŞs vezes e, para fazĂŞ-lo sentir-se culpado, pediu:

— ¿Y el biombo?

— E o para-vento?

— Iba a buscarlo, pero como no dejabas de hablarme…

— Ia buscá-lo. Mas tu me falavas…

InsistiĂł en su tos para darle al menos remordimientos.

Então ela forçou a tosse para causar-lhe remorso.

De esta manera el principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, habĂ­a llegado a dudar de ella. HabĂ­a tomado en serio palabras sin importancia y se sentĂ­a desgraciado.

Assim, o principezinho, apesar da sinceridade do seu amor, logo começara a duvidar dela. Levara a sério palavras sem importância, e isto o fez sentir-se muito infeliz.

“Yo no debía hacerle caso —me confesó un día el principito— nunca hay que hacer caso a las flores, basta con mirarlas y olerlas. Mi flor embalsamaba el planeta, pero yo no sabía gozar con eso… Aquella historia de garra y tigres que tanto me molestó, hubiera debido enternecerme”.

— Não devia tê-la escutado — confessou-me um dia —, não se deve nunca escutar as flores. Basta admirá-las, sentir seu aroma. A minha perfumava todo o planeta, mas eu não sabia como desfrutá-la. Aquela história das garras, que tanto me irritara, devia ter me enternecido…

Y me contĂł todavĂ­a:

Confessou-me ainda:

“¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí! ¡No supe adivinar la ternura que ocultaban sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para saber amarla”.

— Não soube compreender coisa alguma! Deveria tê-la julgado por seus atos, não pelas palavras. Ela exalava perfume e me alegrava… Não podia jamais tê-la abandonado. Deveria ter percebido sua ternura por trás daquelas tolas mentiras. As flores são tão contraditórias! Mas eu era jovem demais para saber amá-la.

IX

CAPĂŤTULO IX

Creo que el principito aprovechó la migración de una bandada de pájaros silvestres para su evasión. La mañana de la partida, puso en orden el planeta. Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad, de los cuales poseía dos, que le eran muy útiles para calentar el desayuno todas las mañanas.

Creio que ele se aproveitou de uma migração de pássaros selvagens para fugir. Na manhã da viagem, pôs o planeta em ordem. Revolveu cuidadosamente seus vulcões. Ele possuía dois vulcões em atividade. E isso era muito cômodo para esquentar o café da manhã.

Tenía, además, un volcán extinguido. Deshollinó también el volcán extinguido, pues, como él decía, nunca se sabe lo que puede ocurrir. Si los volcanes están bien deshollinados, arden sus erupciones, lenta y regularmente. Las erupciones volcánicas son como el fuego de nuestras chimeneas.

Possuía também um vulcão extinto. Mas, como ele dizia: “Nunca se sabe!”, revolveu também o extinto. Se são bem revolvidos, os vulcões queimam lentamente, constantemente, sem erupções. As erupções vulcânicas são como fagulhas de lareira.

Es evidente que en nuestra Tierra no hay posibilidad de deshollinar los volcanes; los hombres somos demasiado pequeños. Por eso nos dan tantos disgustos.

Aqui na Terra, somos muito pequenos para revolver os vulcões. Por isso é que eles nos causam tanto dano.

El principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces.

O pequeno príncipe arrancou também, não sem um pouco de tristeza, os últimos rebentos de baobás. Ele pensava em nunca mais voltar. Mas todos esses trabalhos rotineiros lhe pareceram, naquela manhã, extremamente agradáveis.

Y cuando regĂł por Ăşltima vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo del fanal, sintiĂł ganas de llorar.

E, quando regou pela última vez a flor e se preparava para colocá-la sob a redoma, percebeu que tinha vontade de chorar.

— Adiós —le dijo a la flor.

— Adeus, disse ele à flor.

Esta no respondiĂł.

Mas a flor nĂŁo respondeu.

— Adiós —repitió el principito.

— Adeus, repetiu ele.

La flor tosiĂł, pero no porque estuviera resfriada.

A flor tossiu. Mas nĂŁo era por causa do resfriado.

— He sido una tonta —le dijo al fin la flor—. Perdóname. Procura ser feliz.

— Eu fui uma tola, disse finalmente. Peço-te perdão. Procura ser feliz.

Se sorprendiĂł por la ausencia de reproches y quedĂł desconcertado, con el fanal en el aire, no comprendiendo esta tranquila mansedumbre.

A ausĂŞncia de censuras o surpreendeu. Ficou parado, completamente sem jeito, com a redoma nas mĂŁos. NĂŁo conseguia compreender aquela delicadeza.

— Sí, yo te quiero —le dijo la flor—, ha sido culpa mía que tú no lo sepas; pero eso no tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz… Y suelta de una vez ese fanal; ya no lo quiero.

— É claro que eu te amo — disse-lhe a flor. — Foi minha culpa não perceberes isso. Mas não tem importância. Foste tão tolo quanto eu. Tenta ser feliz… Larga essa redoma, não preciso mais dela.

— Pero el viento…

— Mas o vento…

— No estoy tan resfriada como para… El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor.

— Não estou tão resfriada assim… O ar fresco da noite me fará bem. Eu sou uma flor.

— Y los animales…

— Mas os bichos…

— Será necesario que soporte dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo mis garras.

— É preciso que eu suporte duas ou três larvas se quiser conhecer as borboletas. Dizem que são tão belas! Do contrário, quem virá visitar-me? Tu estarás longe… Quanto aos bichos grandes, não tenho medo deles. Eu tenho as minhas garras.

Y le mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego añadió:

E ela mostrou ingenuamente seus quatro espinhos. Em seguida acrescentou:

— Y no prolongues más tu despedida. Puesto que has decidido partir, vete de una vez.

— Não demores assim, que é exasperante. Tu decidiste partir. Então vai!

La flor no quería que la viese llorar: era tan orgullosa…

Pois ela não queria que ele a visse chorar. Era uma flor muito orgulhosa…

X

CAPĂŤTULO X

Se encontraba en la regiĂłn de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Para ocuparse en algo e instruirse al mismo tiempo decidiĂł visitarlos.

Ele se achava na região dos asteroides 325, 326, 327, 328, 329 e 330. Começou, então, a visitálos, para desta forma ter uma atividade e se instruir.

El primero estaba habitado por un rey. El rey, vestido de púrpura y armiño, estaba sentado sobre un trono muy sencillo y, sin embargo, majestuoso.

O primeiro era habitado por um rei. O rei sentava-se, vestido de pĂşrpura e arminho, num trono muito simples, embora majestoso.

— ¡Ah, —exclamó el rey al divisar al principito—, aquí tenemos un súbdito!

— Ah! Eis um súdito! — exclamou o rei ao ver o visitante.

El principito se preguntĂł:
“¿Cómo es posible que me reconozca si nunca me ha visto?”

E o principezinho perguntou a si mesmo: “Como ele pode reconhecer-me, se jamais me viu?”

Ignoraba que para los reyes el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son súbditos.

Ele nĂŁo sabia que, para os reis, o mundo Ă© muito mais simples. Todos os homens sĂŁo sĂşditos.

— Aproxímate para que te vea mejor —le dijo el rey, que estaba orgulloso de ser por fin el rey de alguien.

— Aproxima-te, para que eu te veja melhor — disse o rei, todo orgulhoso de poder ser rei para alguém.

El principito buscó donde sentarse, pero el planeta estaba ocupado totalmente por el magnífico manto de armiño. Se quedó, pues, de pie, pero como estaba cansado, bostezó.

O pequeno príncipe olhou em volta para achar onde sentar-se, mas o planeta estava todo ocupado pelo magnífico manto de arminho. Ficou, então, de pé. Mas, como estava cansado, bocejou.

— La etiqueta no permite bostezar en presencia del rey —le dijo el monarca—. Te lo prohibo.

— É contra a etiqueta bocejar na frente do rei — disse o monarca. — Eu o proíbo.

— No he podido evitarlo —respondió el principito muy confuso—, he hecho un viaje muy largo y apenas he dormido…

— Não posso evitar — disse o principezinho, sem jeito. — Fiz uma longa viagem e não dormi ainda…

— Entonces —le dijo el rey— te ordeno que bosteces. Hace años que no veo bostezar a nadie. Los bostezos son para mí algo curioso. ¡Vamos, bosteza otra vez, te lo ordeno!

— Então, disse o rei, eu te ordeno que bocejes. Há anos que não vejo ninguém bocejar! Os bocejos são uma raridade para mim. Vamos, boceja! É uma ordem!

— Me da vergüenza… ya no tengo ganas… —dijo el principito enrojeciendo.

— Isso me intimida… Assim eu não consigo… — disse o pequeno príncipe, enrubescido.

— ¡Hum, hum! —respondió el rey—. ¡Bueno! Te ordeno tan pronto que bosteces y que no bosteces…

— Hum! Hum! — respondeu o rei. — Então… então eu te ordeno ora bocejares e ora…

Tartamudeaba un poco y parecĂ­a vejado.

Ele gaguejava um pouco e parecia envergonhado.

Pues el rey daba gran importancia a que su autoridad fuese respetada. Era un monarca absoluto, pero como era muy bueno, daba siempre Ăłrdenes razonables.

Porque o rei fazia questão de que sua autoridade fosse respeitada. Não tolerava desobediência. Era um monarca absoluto. Mas, como era muito bom, dava ordens razoáveis.

“Si yo ordenara —decía frecuentemente—, si yo ordenara a un general que se transformara en ave marina y el general no me obedeciese, la culpa no sería del general, sino mía”.

“Se eu ordenasse”, costumava dizer, “que um general se transformasse numa gaivota e o general não me obedecesse, a culpa não seria do general, seria minha”.

— ¿Puedo sentarme? —preguntó tímidamente el principito.

— Posso sentar-me? perguntou timidamente o principezinho.

— Te ordeno sentarte —le respondió el rey—, recogiendo majestuosamente un faldón de su manto de armiño.

— Eu te ordeno que te sentes — respondeu-lhe o rei, que puxou majestosamente um pedaço do manto de arminho.

El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era tan pequeño que no se explicaba sobre quién podría reinar aquel rey.

Mas o prĂ­ncipe se espantava. O planeta era minĂşsculo. Sobre quem reinaria o rei?

— Señor —le dijo—, perdóneme si le pregunto…

— Majestade… eu vos peço perdão por ousar interrogar-vos…

— Te ordeno que me preguntes —se apresuró a decir el rey.

— Eu te ordeno que me interrogues — apressou-se o rei a dizer.

— Señor… ¿sobre qué ejerce su poder?

— Majestade… sobre quem é que reinais?

— Sobre todo —contestó el rey con gran ingenuidad.

— Sobre tudo — respondeu o rei, com uma grande simplicidade.

— ¿Sobre todo?

— Sobre tudo?

El rey, con un gesto sencillo, señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas.

O rei, com um gesto simples, indicou seu planeta, os outros planetas, e também as estrelas.

— ¿Sobre todo eso? —volvió a preguntar el principito.

— Sobre tudo isso?

— Sobre todo eso… —respondió el rey.

— Sobre tudo isso… — respondeu o rei.

No era sólo un monarca absoluto, era, además, un monarca universal.

Pois ele não era apenas um monarca absoluto, era também um monarca universal.

— ¿Y las estrellas le obedecen?

— E as estrelas vos obedecem?

— ¡Naturalmente! —le dijo el rey—. Y obedecen en seguida, pues yo no tolero la indisciplina.

— Sem dúvida — disse o rei. — Obedecem prontamente. Eu não tolero indisciplina.

Un poder semejante dejĂł maravillado al principito. Si Ă©l disfrutara de un poder de tal naturaleza, hubiese podido asistir en el mismo dĂ­a, no a cuarenta y tres, sino a setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla.

Tanto poder maravilhou o pequeno prĂ­ncipe. Se ele fosse detentor desse poder, teria podido assistir nĂŁo a quarenta e quatro, mas a setenta e dois, ou mesmo a cem, ou mesmo a duzentos pores do sol no mesmo dia, sem precisar nem mesmo afastar a cadeira!

Y como se sentía un poco triste al recordar su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:

E, como se se sentisse um pouco triste ao pensar no seu pequeno planeta abandonado, ousou solicitar ao rei uma graça:

— Me gustaría ver una puesta de sol… Deme ese gusto… Ordénele al sol que se ponga…

— Eu desejava ver um pôr do sol… Fazei-me esse favor. Ordenai ao sol que se ponha…

Reklama